martes, 1 de mayo de 2012

Cerrad los ojos y veréis nuevos paisajes

Viena 1702 Antoine se sentó en la butaca cuando el maestro golpeaba suavemente su batuta en el atril de madera labrada. El Salón esta repleto y las voces juguetonas se iban apagando como el murmullo de las olas al llegar a la arena. La orquesta de cámara comenzó a tocar y los ojos de Antoine no pudieron resistir la tentación de cerrarse y escuchar. El viaje apenas duró una vuelta entera de saeta en el reloj. Tan solo una hora fue suficiente para que la mente de Antoine subiera la colina que se encuentra tras el convento de Saint Dense, corriera por los trigos todavía verdes en dirección al norte. Sintió el olor de la brisa que le acariciaba el escaso pelo de su cabeza y se aproximó al acantilado donde el rumor se convertía en alboroto de cantina. Sintió la melancolía del día que se acaba dejando sus matices tostados en el cielo. Pudo sentir el abrazo del viento como una cuerda que frota el arco para desprender su armonía. Y que le envuelve, lo azota y derriba, mientras imagina los suaves brazos de Julia abrazándole y sujetando su rostro, sosteniendo su vacío. Antoine, ha tenido tiempo de correr, soñar, sentir y ver esos paisajes que tan solo y únicamente están atesorados tras sus párpados. El estruendo del aplauso le sobresalta y al abrir los ojos se sorprende pues no es una bandada de albatros sobrevolando por encima de él, si no las decenas de manos que celebran la ejecución de los músicos. Antoine, al salir del salón mira un pequeño folleto donde se indica quien vendrá el próximo viernes a hacerle soñar con sus instrumentos. Barcelona 2012 Mario se sentó en la incómoda butaca de principios de siglo cuando la sala ya se había sumido en la penumbra. Puso su móvil en silencio pero en modo de vibración. No quería molestar si le llamaban, pero tampoco estar incomunicado por si recibía una llamada urgente. Esta vez acudía tan solo acompañado de su novia, pues los amigos con los que solía ir a los conciertos, esta vez habían preferido ir al cine, al estreno de la que se comentaba podía ser la gran película del año. Mario necesitó los 10 primeros minutos de la obra, para acostumbrase al respaldo de la butaca de madera, relajarse, dejar su mente en blanco y alejada de la infinidad de preocupaciones y atender ya plenamente a la música que interpretaban aquellos cinco hombres vestidos de negro y con instrumentos tan inusuales como por ejemplo un portátil Appel de última generación. La música tenía algo de atrayente, embaucadora y generaba en él algo probablemente mayor de lo que él podía ver sobre el escenario. Desde luego, los artistas ejecutaban la obra compuesta por uno de ellos con total soltura, pero nada que no hubiese visto ya Mario anteriormente. Apenas pasado el primer cuarto de hora de la obra, estuvo observando un par de caras conocidas del mundo musical que ocupaban las butacas del palco situado frente al suyo. Y al poco rato, una vibración en su pantalón le hizo percatarse de que le llamaban por teléfono. Sacó el teléfono disimuladamente e intentando que la luminiscencia tecnológica no perturbara la atención de los demás espectadores. Tras devolver el teléfono móvil a su bolsillo sin atender a la llamada, pues era un numero desconocido que probablemente sería de una compañía de telefonía móvil, observó que su novia estaba con los ojos cerrados, por lo que le propinó un suave codazo diciéndole –“¡qué te duermes!” cuando una mano por detrás le cogió del hombro diciendo: -¡hombre, Mario! ¿Que tal? -¡Jorge! ¡Que sorpresa! Pues nada por aquí, viendo a este tío que mola un montón. Susurró Mario para no levantar la voz. - ¡Ya lo creo que molan! Yo los estuve viendo el año pasado aquí y son muy buenos. Bueno, te dejo que vamos a verles un poco. Un saludo -¿Qué te parecen cariño? Le dijo suavemente Mario al oído de su novia. -Me están gustando mucho, sobretodo el juego de las luces con la música ¿Y a ti, Mario? - No sé, no me terminan de convencer, casi me gustan más cuando escucho el disco en casa. Mario estuvo pensando durante el resto del concierto en lo bien que habían coordinado las luces con la música, observó como los músicos andaban de un lado para otro de la escena tocando diferentes instrumentos que él no reconocía. Al poco rato, la música cesó y un silencio se apoderó de la sala, hasta que alguien rompió el ambiente con una ovación que todos los asistentes continuaron hasta crear un aura de aplausos, vítores y silbidos. Mario cogió su chaqueta y salió pensando que el concierto estuvo bien, aunque quizá algo pesado. Activó el sonido de su teléfono y salió del palco diciéndole a su novia... - No sé, quizá algo caro para el poco rato que les hemos visto. Tan poco han hecho nada del otro mundo y encima ésta música tan rara solo le gusta a los que van de entendidos. -¿Qué piensas cariño, te ha gustado entonces?- Preguntaba Mario a su novia mientras le guiaba por donde debían salir de la Sala. -Pienso, que deberías escuchar con el oído, Mario. 

tema: Arabesque nº2 
autor: Debussy