sábado, 29 de julio de 2023

Más mentiras

 Hacerse mayor, parece que significa darse cuenta de que todo es mentira, aunque algunas mentiras son increíblemente preciosas. Hacerse mayor posiblemente significa además, que toda mentira esconde una intensa pero corta ráfaga de verdad. Quizá hacerse mayor signifique saber disfrutar de esos cortos momentos de verdad.
Hay quien lo expresa mejor en una sola cita, en pocas palabras. Ahí reside el genio que tan sólo unos pocos tienen, y cito textualmente: "Ese cielo azul que todos vemos, ni es cielo ni es azul. Lastima grande que no sea verdad tanta belleza" Lupercio Leonardo de Argensola (Barbastro, Huesca 1559-1613).
Y es que ayer, tomando algo con uno de mis grandes amigos y sabios, me comentaba su falta de ilusión por todo, su desazón al ver que a cierta edad ya se empieza a conocer los entresijos de todo, y es complicado sorprenderse en la acepción más positiva de la palabra.
Y no le falta razón, creo yo. Con tan sólo poner un poco de atención a las personas que para cada uno de nosotros representan nuestro circulo social, podemos observar algo de desilusión ante muchas cosas. La política, los poderes, el clima, la sociedad, el trabajo, las relaciones, el ocio, las obligaciones, los familiares mayores, y un gran sin fin de cosas que aparecen al traspasar cierta edad y tratar de estar en consonancia con todo lo que nos rodea.
La sociedad está cada vez más preparada para nuevos retos, sin embargo, quizá y tan sólo por la simple evolución de nuestro cerebro y nuestros hábitos, a lo mejor no estábamos tan preparados para recibir, sintetizar y ser participes de tanta información.
Nos hemos hecho modernos, seres pertenecientes a una nueva realidad moderna e individualista, y los hay que sienten la necesidad de apartarse de todo ello, buscando el silencio como contraposición al ruido social, pero al fin y al cabo sin arriesgar muchos kilómetros de distancia de la sociedad. 
Nos hemos dado cuenta de que sentimos más soledad en la sociedad urbana y moderna, que alejándonos de esta.
Las anteriores generaciones posiblemente sufrieron la injusticia en su modo más absoluto, pero quizá no tuvieron tiempo de valorar cuanto de mentira había en la realidad que les rodeaba, Ahora, nos toca a nuestras generaciones de finales del siglo XX hacer frente a otro tipo de guerra que no mata cómo un filo de espada, pero desgarra como un potro de tortura, que es a mi parecer la guerra intelectual de darse cuenta de que todo aquello que interiorizamos como verdades absolutas, son al final mentiras, que todos los valores que nos inculcaron son mentira o al menos medias verdades, que el mundo que conocimos en los libros de ciencias naturales se va por el desagüe, que la cultura del esfuerzo es la mentira de la zanahoria en el hocico del asno, que la fidelidad no es recíproca cómo nos enseñaron, que en una cama en donde dos que se quieren, uno busca el amor de club y otro anhela los brazos de quien no está, que tu jefe tiene otras intenciones diferentes a las que usó para convencerte de que permanecieras en sus filas, que allá arriba no hay un señor con barba que te ama pero parece ser que si hay un ente de color verdoso que nos observa cómo su terrario a modo de experimento de naturales en su instituto sideral al otro lado de la galaxia. Que desaparecerás en el olvido del día a día al día siguiente, de quienes te prometieron que jamás te olvidarán, que la justicia es mentira y tiene muy buena vista, que repetiremos las elecciones las veces necesarias hasta que el resultado complazca a los votados en vez de a los votantes, que el cuerpazo del gimnasio es ridículamente analfabeto y tonto, que esas tetas son de mentira, que ese cantante no tiene voz, que ese grupo tiene padrino, que ese hijo no es tuyo, que lo que sale en esa serie no pasa en la realidad, que las noticias son falsas, que a nadie le importa lo que publicas en las redes y sobretodo, que no eres el que aparece en tus fotos.
Con lo que, y dejando muchas otras mentiras sin mencionar, es comprensible que el mundo que nos rodea haya caído en la más absoluta depresión y desazón.
Pensar, duele. Y no poco. Así que entiendo que la sociedad en contraposición al dolor de pensar, se abandone continuamente a la fe en los imposibles y a las dictaduras que ofrecen la felicidad a cambio de no pensar.
Yo tengo mi propia teoría sobre las nuevas dictaduras y por más que te pese, lo diré aquí. Sin darnos cuenta, occidente nos hemos dejado gobernar por la dictadura de las mascotas. La dictadura del perrito. Ante el dolor de observar la realidad y la sociedad moderna, el perrito se alza como donante de cariño, único ser realmente fiel a mi y a mis ideas, razón para vivir y felicidad rebosante en la cama donde se perdió la ilusión.
Eso si, nada es gratis. Mi perrito me lo da, pero a cambio de mi tiempo y mi dinero. Seguridad y felicidad a cambio de mi tiempo y mi vida es el sacrificio que le otorgo al supremo.
Heil Dog!

tema: Maquillaje
autor: Homero expósito
intérprete: Adriana Varela
disco: Toda mi vida
año: 1999