miércoles, 1 de diciembre de 2010

Bis a bis

  Al salir por la puerta principal y respirar el aire frío de la calle, sintió un pequeño dolor en el corazón. No se alarmo por qué esta vez sabia con seguridad que no se trataba de otra sucia jugada de su músculo motor, sino más bien de la tensión de los últimos minutos. Todavía se encontraba entre las nubes como un adolescente en su primera cita. Sin embargo hacia muchos años que había dejado esa inocencia propia de la infancia. Pero no podía explicarse como podía haberse sentido tan incomodo durante la visita. Una agradable incomodidad producida por el mero hecho de tener que volver a mirarla a los ojos. Unos ojos de los que al salir ni siquiera se acordaba del verdadero color, igual que siempre había olvidado la fecha de su cumpleaños. Levanto la mano para llamar al taxi que se acercaba y al sentarse y decirle la dirección, descubrió una nota que ella le había depositado en el bolsillo de la chaqueta durante el bis a bis, y que había pasado inadvertida tanto para los funcionarios como para el mismo. Estaba escrita en uno de esos papeles de cuaderno cuadriculado que le traían a la memoria las horas interminables de colegio aprendiendo a tener una buena caligrafía de la que años más tarde renunciaría su muñeca en un auto boicot para deshacerse de lo aprendido con tanto esfuerzo. La desplegó de los interminables dobleces y una vez que tuvo el papel en su casi estado natural, leyó la frase, la única frase que le decía con una letra desorientada: Llévame a la Luna

 


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