Hoy empezamos el mes de Julio de este desastroso año de 2024. Y como no puede ser de otro modo, lo empiezo felicitando a uno de los sabios, Miki, por el día de su cuadragésimo quinto cumpleaños.
Casualmente, hace varias semanas que me andaba yo entrando en el portal de la casa de mi tía, para visitarla, cuando absorto en mi teléfono móvil, no me di cuenta al entrar de que dos chicas estaban sentadas en las escaleras del rellano, hablando de sus cosas y tratando de esconderse del calor insoportable que hacía en las calles.
Tardé varios minutos (atontado por las tonterías que en el móvil reclaman mi atención) en darme cuenta de que hacía apenas treinta años que me encontraba yo así, sentado en las escaleras de la casa de mis padres, en el portal. Inmejorablemente acompañado, a veces por Miki, a veces por Javi, a veces por Víctor y otras todos juntos.
Quizá por haber cumplido una gran mayoría de horas con Miki, fue que simplemente me acordé de él y de aquellos momentos que ese día aquellas adolescentes me hicieron revivir.
Aunque he tratado de hacer memoria, lo cierto es que no me acuerdo de qué hablábamos nosotros en aquellas escaleras cada tarde de nuestra adolescencia. Imagino que de música, quizá de chicas y quizá de nuestras angustias vitales de la época. No recuerdo de qué hablábamos, pero si recuerdo como nos levantábamos a abrir las puerta a quienes se aproximaban a introducir la llave para entrar. Recuerdo como abríamos la puerta para lanzar las colillas de los cigarros a la calle. En aquella época no estaba mal visto fumar y dejar el olor de tabaco en el rellano de un portal, ni tampoco lanzar las colillas al suelo de la calle. Entonces, quizá nada estaba mal visto. O como mucho, que no nos hubiésemos levantado a abrir la puerta a quienes querían entrar.
Por más que lo pienso, no consigo acordarme de los temas de los que conversábamos, aunque estoy seguro de que esas conversaciones llegaron a cambiar el mundo. Nuestro mundo, al menos. ¡Felicidades Miki!
En aquellas tardes se paraba el mundo, se detenía el reloj. Solo había conversación, aprendizaje, ensayo y error. Ahora ya no me siento en aquellas escaleras, y hasta pienso en que me daría vergüenza hacerlo ahora a mis años. Ahora ya no se detiene el tiempo. No solo no para, sino que además parece empeñado en querer adelantarse y correr.
Quizá el reloj no corre del mismo modo en todas la partes del mundo. Hace apenas tres noches, podía comprobar una vez más como seguimos sentados durante horas alrededor de una mesa, hablando de música, tocando canciones (de esas que te parten el alma y acabas llorando, de felicidad plena y absoluta), cambiando el mundo, el nuestro. Y lo más curioso fue observar como de repente se hizo el silencio más absoluto. Se detuvo el tiempo. Hasta el sol se retuvo de salir para dejar más tiempo para reflexionar. El valle se cubrió de una niebla fantasmagórica. Todo estaba en silencio, todos dormían y tan solo Tina se sentaba a mi lado con los ojos tristes por la muerte de su gran amiga. Yo, lo único que hice fue observar inmóvil como caía la lluvia y como la niebla nos rodeaba para no dejarnos salir de allí, nunca más.
Estos días estoy dejando canciones de grupos de antes, sin embargo hoy hago una excepción para dejar una canción dedicada a la pequeña Ruth, compañera incansable de nuestras aventuras y conversaciones. Por que siempre me pide esta canción, y por que su autor se dejó rodear de la niebla de ese valle para no salir nunca más. Él supo irse a donde se detiene el tiempo. Yo aún no tengo decidido que sería mejor.
tema: Charo
disco: Me mata si me necesitas (feat. Los Detectives)
versión: directo Mad Cool
año: 2017
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