lunes, 2 de enero de 2012

Comenzamos el año


Hoy he decidido comenzar el año, con uno de mis nuevos propósitos. El de rebajar varios de los kilos acumulados durante estos días de comidas, cenas y bebidas de alto grado Calórico.
Me he enfundado en mis nuevos y sin estrenar atuendos de carácter deportivo y de marca. Me he calzado mis, olvidados en el cajón, zapatos deportivos. He montado mi nuevo y recién regalado "cuentakilómetros" en el manillar de mi bici con ruedas todo terreno. Bici oxidada y con un plato doblado o torcido. Que me costó un ojo de la cara o mejor dicho un esguince de tobillo. Por el alto precio de 60 euros, se la adquirí a un amigo Ukraniano que a su vez la había comprado en unos grandes almacenes en una oferta apetitosa. Es decir, un perfecto y desarrollado vehículo de carreras destinado a lograr las más increíbles gestas deportivas y premios reconocidos.

Pues bien, hallándome perfectamente dispuesto para batir mi propio record personal, he desempolvado con esmero el sillín y la empuñadura, cual caballero del medievo preparando a conciencia las cinchas y bridas antes de montar en el caballo que le dará la gloria en la batalla.
Montado y relinchando en mi bicicleta, observo con impaciencia y tensión como se abre la puerta del garaje, ese puente levadizo que tras abrir los portones salen en tropel las tropas alborotadas en busca de la sangre enemiga. Salgo, pongo a cero los contadores de mi nuevo aparato y observo con ironía un cielo gris y hostil como en las mejores batallas de "Braveheart". Una lluvia fina que en el campo de batalla refresca el ambiente de la lucha e incluso amortigua el peso de las herraduras de las caballerías pero que, en mi, tan solo me ofrecen la sensación de pereza o la posibilidad de resfriarme. Con lo que a tan solo 0.98 metros (según mi contador recién estrenado), y habiendo traspasado la frontera de los 7.5 Kilómetros por hora, velocidad apenas traspasada por otros osados que al igual que yo en la historia han desafiado las leyes de la física, decido pues tornar a las cuadras, dar descanso a mi fiel e infatigable rocinante bípedo y recogerme en mi despacho a meditar. Preparar mi próxima hazaña estudiando perfectamente cada milímetro del mapa, un estudio metódico de las sendas y parajes que deberé hacer frente en próxima salidas. Me abro una cerveza fría para saciar la sed producida por el viaje (en ascensor hasta el garaje y de este hasta mi casa), aspiro con avidez el humo de un cigarro y os escribo estas lineas en una sensación de haber conseguido un logro personal, que deberé dejar escrito para aquellos que como yo, decidan seguir mis pasos en un futuro.
La hazaña está escrita, ahora depende de vosotros si sois de veras valientes y recogéis mi reto, el superar este record y dejar para la historia una nueva hazaña.
Por cierto, mientras escribo y me preparo para irme de tapas, veo que sale un sol radiante y se despeja el cielo.