Bueno, ya estamos en Septiembre. Cuarenta y seis "Septiembres" en mi haber y en el de alguno de ustedes. Pero es verdad, éste es el primero que no pienso vendimiar (los primeros seis no tenía capacidad de coger un "gabiño" sin cortarme, aunque sí la tenía para ser obligado a pisar la uva).
Ahora ya no hay uva que coger, ni cepas que quemar en la brasa. De eso ya no queda nada, pero sigue llegando Septiembre, el inicio de curso, la ilusión de que llega el otoño y el frío. Los ensayos, las guitarras, la ropa larga y la melancolía al atardecer.
Ha pasado el verano y en esta ocasión ha estado repleto de vivencias, experiencias, paisajes y gentes.
Podría quedarme con muchas estampas veraniegas de mis vacaciones, pero hoy tengo que elegir y me quedo con dos especiales. Con la posibilidad de haber podido quedarme largo tiempo observando atónito la espectacular vía láctea ante nuestras cabezas de ciudad contaminada por la luz eléctrica. El sentirte pequeño de nuevo viendo pasar la lluvia de estrellas acompañado de quien llego en su momento traída por un deseo pedido a una estrella fugaz.
El otro momento se lo dedico al francés que me hizo llorar de estremecimiento interior este verano, cuando en medio de una mesa llena de desconocidos como si de una cena de erasmus o de la misma ONU se tratase, se arrancó con una voz especial, carismática y llena de emoción con esta canción que yo le pedí tras guardar mi guitarra y que él cantó de forma impecable e implacable.
tema: Et pourtant
autor: Charles Aznavour
disco: La Mamma
año: 1963
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