lunes, 17 de marzo de 2014

Sangre de Dragón

A ver como se lo explico yo a mis vecinos.
Y lo cierto es que ya de por si y desde el principio, siempre han pensado que nosotros eramos una pareja extraña. Allí, tras la ventana de la galería desde la que nos vigilan, seguramente pasan el tiempo pensando que eso de no ir a las reuniones de vecinos, entrar y salir de casa a horas intempestivas de la madrugada mientras los demás duermen, no tienen hijos, salen por las noches, realizan rituales macabros en los que se le oye a la chica gemir y gritar como si la estuvieran descuartizando, no sacan temas de conversación en el ascensor, no se paran nunca a hablar con la gente del vecindario, no sacan ningún día nada de basura, el chico suele tocar la guitarra e incluso el violín toda la tarde, y cuando les llamas al timbre nunca abren, siempre tienen la persiana del cuarto de enfrente bajada...
¡Y ahora esto!
Y es que me acaban de pillar literalmente con una gran charcada de sangre en la galería. Sangre por las puertas de los armarios, salpicadas de sangre por la pared de ladrillo y un gran charco en el suelo, que corre hacia el sobradero del suelo por el que va cayendo viscosa hacia los tendedores de abajo, gota a gota, lentamente.
Al contemplar la escena y sorprenderme a mi con una balleta ensangrentada en la mano intentando recoger el liquido medio coagulado, la mujer se ha quedado parada, intentando recapacitar y decidir si es mejor entrar sin saludar (como siempre) a su cocina o si, por el contrario, era mejor saludar e intentar ahondar en las sospechas de su teoría acerca de a quien pertenece la sangre, pues a su novia o pareja no se le ve por ninguna ventana de la casa.
Para dar más dramatismo a la situación yo me quedo sin palabras e intento tartamudear alguna palabra que suene coherente, pero mis labios tan solo han sido capaces de decir:
- ¡Es sangre de Dragón!





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