Vamos cerrando este mes de Mayo y lejos de cerrar cosas, proyectos, y quehaceres pendientes, se van abriendo algunas heridas, cicatrizando otras y quedando algunas en suspenso.
Este fin de semana, volví a disfrutar de diferentes momentos que cada vez me emocionan más, aunque en este caso lo hice muy bien acompañado de buenos amigos.
Cada vez siento una llamada interna más potente de la naturaleza, y cada vez más me siento incómodo en la urbe. Ya llevamos varios avisos a los urbanitas de lo insostenible de la situación. Y yo ya llevo varias llamadas de atención que me hacen sentir mejor entre herrerillos y vencejos que entre riadas de personas en el centro de la ciudad o en los centros comerciales.
Será cosa de la edad, espero. Aunque cuando saco mi bici y paseo por los caminos pedregosos de los pueblos, o cuando ando por las sendas con el olor a boj y tomillos embriagando la mañana, me viene un intenso aroma de mi infancia. Así que lejos de ser un síntoma de vejez, creo que me devuelve a una infancia corta que nunca quise tener, pero que sin embargo dejó en mi interior, olores, cantos de aves, juegos con insectos y cientos de aprendizajes que jamás podré explicar con palabras.
No es el pueblo lo que me tira, eso ya lo conozco y trato de huir de ello. Lo que me tira son olores, sonidos y una paz exterior que te llega hasta adentro y cada día me resulta más difícil dosificar de quince en quince días. En la ciudad ya no queda casi nada, todo se empieza a volver nada, la gente es nadie, los sonidos abruptos, la estupidez colapsa las aceras, comercios y todo cuanto te rodea. Este mes asistimos al apagón que ya se ha hecho tan famoso. Yo ni me enteré. Andaba dando clases de especies de árboles. Me fui a casa en coche pero no vi necesario el funcionamiento de los semáforos que salpican de colorines la ciudad. Subí andando a casa como lo hacía de niño. Calenté la comida con el hornillo que hago las paellas los fines de semana. Ensayé las canciones de mi próximo concierto con la guitarra acústica perdiéndome en los matices en vez de en el furor habitual de lo eléctrico Y, después, todo volvió a su normalidad, o a la sub-normalidad. No creo que me vuelva al pueblo y su forma de pensar, pero si que creo que voy a tener que plantearme dejar el tacto plástico del teclado y volver a andar más todavía entre plantas y pájaros, si es que en mi caso eso se puede.
En fin, aventuras que a ningún sitio llevan pero que aquí comparto. Otra nueva entrada, esta vez dedicada a mis amigos que atónitos descubrían el sábado este blog, y quienes sí supieron de él en su momento, se sorprendían de que lo mantuviera actualizado.
tema: Carbón y Ramas secas (versión 2)
autor: Manolo García
disco: Arena en los bolsillos
año: 1998